Dos romances: "El enamorado y la muerte" y "El veneno de Moriana"
Romance del Enamorado y la Muerte
Un sueño soñaba anoche,
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores
que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora muy blanca,
muy más que la nieve fría:
- ¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
- No soy el amor, amante,
soy la Muerte, Dios me envía.
- Ay, Muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día.
- Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.
Muy de prisa se calzaba,
más de prisa se vestía;
ya se va para la calle
en donde su amor vivía.
- Ábreme la puerta, Blanca,
ábreme la puerta, niña.
- ¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue a Palacio,
mi madre no está dormida.
- Si no me abres esta noche
ya no me abrirás, querida.
La Muerte me anda buscando,
junto a ti vida sería.
- Vete bajo mi ventana
donde labraba y cosía.
Te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el hilo no alcanzare
mis trenzas añadiría.
Se rompió el cordón de seda,
la Muerte que allí venía:
- Vamos el enamorado
que la hora ya es cumplida.
Romance del veneno de Moriana
Madrugaba don Alonso
a poco del sol salido;
convidando va a su boda
a los parientes y amigos;
a las puertas de Moriana
sofrenaba su rocino:
-Buenos días, Moriana.
-Don Alonso, bien venido.
-Vengo a brindarte Moriana,
para mi boda el domingo.
-Esas bodas, don Alonso,
debieran de ser conmigo;
pero ya que no lo sean,
igual el convite estimo,
y en prueba de la amistad
beberás del fresco vino,
el que solías beber
dentro en mi cuarto florido.
Moriana, muy ligera
en su cuarto se ha metido;
tres onzas de solimán
con el acero ha molido,
de la víbora los ojos,
sangre de un alacrán vivo:-
Bebe, bebe, don Alonso,
bebe de este fresco vino.
-Bebe primero, Moriana,
que así está puesto en estilo.
Levantó el vaso Moriana,
lo puso en sus labios finos;
los dientes tiene menudos,
gota dentro no ha vertido.
Don Alonso, como es mozo,
maldita gota ha perdido.
-¿Qué me diste, Moriana,
qué me diste en este vino?
¡Las riendas tengo en la mano
y no veo a mi rocino!
-Vuelve a casa, don Alonso,
que el día ya va corrido
y se celará tu esposa
si quedas acá conmigo.
-¿Qué me diste, Moriana,
que pierdo todo el sentido?
¡Sáname de este veneno,
yo me he de casar contigo!
-No puede ser, don Alonso,
que el corazón te ha partido.
-¡Desdichada de mi madre
que ya no me verá vivo!
-Más desdichada la mía
desque te hube conocido.